El próximo 5 de mayo, Panamá llevará a cabo su proceso electoral donde se elegirá Presidente y 71 legisladores de su Asamblea Nacional. En un contexto de insatisfacción generalizada y desafíos económicos persistentes, los efectos de estas elecciones podrían repercutir más allá de sus fronteras, repercutiendo en los flujos migratorios y por ende en las campañas electorales en países vecinos, especialmente México y Estados Unidos.

José Raúl Mulino, del conservador Cumpliendo Metas, lidera las encuestas con 34% de apoyo, lo sigue Ricardo Lombana del movimiento centroderecha con solo 15% de apoyo, mientras que el ex-presidente Martín Torrijos, ahora con el partido de centroderecha Partido del Pueblo, sigue con 13%.

Mulino, quien reemplazó en la candidatura a Ricardo Martinelli después de su descalificación por una condena de lavado de dinero y su posterior asilo en la embajada de Nicaragua, ha propuesto durante una gira electoral el cierre del Darién. Mulino incluso bromeó con la idea de que si Donald Trump vuelve a la presidencia en Estados Unidos, le pediría echar “una paladita de cemento” para hacer un muro en el Darién.

El Darién es una región selvática, que abarca aproximadamente 266 km de longitud y 575,000 hectáreas, que actúa como frontera natural entre Colombia y Panamá, y es conocida por ser uno de los tramos más inaccesibles del continente americano. Geográficamente desafiante y también peligrosa debido al control de bandas criminales y la presencia de narcotraficantes. A pesar de estos riesgos, el Darién es un corredor crítico para la migración hacia el norte.

En 2023, más de medio millón de migrantes atravesaron esta región, una cifra que representa más del 10% de la población de Panamá y que muestra un aumento dramático desde los 24,000 que cruzaron en 2019. El incremento de la migración a través del Darién es un reflejo de la desesperación de personas que huyen del autoritarismo y la crisis económica en países como Venezuela, Haití y Cuba.

Acudimos a una de las crisis migratorias más graves que ha vivido el continente en toda su historia. Tan grave que está reconfigurando la realidad en Estados Unidos donde se ha convertido en un tema crítico para el proceso electoral de Noviembre próximo.

Y es que mientras Donald Trump arremete contra la política migratoria de Joe Biden, los demócratas buscan soluciones a una situación que subestimaron en su complejidad y alcance en 2021. El flujo migratorio, lejos de detenerse, ha aumentado exponencialmente generando caos en diversas ciudades en Estados Unidos cuyos servicios públicos hoy se encuentran desbordados y en los albergues ya no cabe un migrante más. Miles han sido enviados a hoteles, escuelas e incluso se han acondicionado salas de espera en los aeropuertos.

Sorprendentemente en México la migración no ha tomado un papel central en los debates políticos; a pesar de la cercanía con Estados Unidos y de su papel clave para miles de migrantes que buscan cruzar la frontera norte, ni Claudia Sheinbaum ni Xóchitl Gálvez, las candidatas punteras, se ha referido al tema a profundidad. De ganar las elecciones Donald Trump, éste volverá a convertirse en tema central en la relación bilateral.

En este escenario, las promesas de Mulino cerrar el Darién no solo son poco realistas, sino que también destacan una desconexión con la gestión práctica y efectiva de los retos migratorios.  De ganar el próximo 5 de mayo, su gobierno enfrentaría el desafío inmediato de conciliar su retórica contra la migración con la necesidad de políticas migratorias humanitarias y efectivas. La seriedad del asunto exige un compromiso real con estrategias sostenibles y colaborativas que mejoren la cooperación regional.

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